Espacios naturales

                Alcadozo está dominado por un paisaje de llanura y majano, y hacia poniente se encuentran parajes de hermosísimas carrascas y otras zonas donde aún subsiste el águila real.

                Las sierras y cerros de Alcadozo son en general de pendientes suaves, y los valles son poco encajados, también suaves. En la mayoría de las cimas del municipio se puede apreciar un tipo de paisaje particular, ya que debido a la acción de la erosión, se han formado en la superficie agujeros y surcos, (llamados lenares y lapiaces), simas, torcas, etc., y en el interior galerías y cuevas. Estas formaciones se aprecian especialmente bien en los cerros Simica, Calderones, Peña del Mochuelo, Losar, Lastras de la Herrería, Torquita, Molares (como el Molaerete de San Pascual), etc.

Los abrigos y cuevas, como los Molares de Santa Ana y Molinar , sirvieron de refugio a hombres del Paleolítico.

                La acción de las aguas de lluvia, sobre todo cuando es torrencial han formando cárcavas, chimeneas y barrancos de gran belleza, como puede verse en las Terreras de la Quebrada y del Collado de los Gorrinos.

                En todo el municipio aparecen los guijarrales o barrales, en ellos se han encontrado xilópalos (troncos fósiles). Los guijarrales son formaciones de cantos rodados que constituyen muy buenos suelos de cultivo. Gracias a ellos se han desarrollado los pinares de pino negral (los mejores pinares de ésta especie están en Las Norias, La Herrería, Casasola, La Jara y Santa Ana.) y encinas centenarias, seguramente milenarias, como algunas de La Herrería, Casasola o La Molata. La llamada encina o carrasca de la vaca es un ejemplar soberbio y digno de ver, cuya circunferencia del tronco supera los cuatro metros y con una envergadura de la copa en torno a los 25 metros de diámetro.

                Dependiendo de la altitud, se pueden ver el pino piñonero y carrasco. Los pinares son muy abundantes en todo el municipio, pero donde mejor podemos verlos es en La Cañada de Alcadozo (desde La Quebrada al Tollo).

                En cuanto a las aguas superficiales, se encuentran arroyos o torrentes de tipo rambla y algunos manantiales estacionales. Las ramblas se encajan entre las montañas, siguiendo la misma dirección que éstas, hacia Tobarra y Hellín.

                La principal de estas ramblas es la de Pozo Lope o de La Tobilla, que atraviesa todo el municipio de Oeste a Sureste. Al Norte del municipio hay otra rambla importante, la de Los Charcones.

                Los manantiales o pequeños arroyos estacionales, han tenido cierta importancia en años de abundantes lluvias y nieves; pero hoy día están prácticamente todos secos o con muy pequeño caudal de agua. Algunas fuentes actuales de la Sierra fueron manantiales de cierta importancia como la fuente de La Ventosa, la Fuente Umbela, la Fuente del Corcho. Las fuentes del Molinar y Molata fueron manantiales que regaban la Vega de estas aldeas, y cuyas aguas se encauzaban de forma subterránea hasta llevarlas a la Fuente del Ojo, para formar parte, así, del caudal de dicho manantial. (Hubo más de una disputa con Peñas por estas aguas)

                Aunque la llamada  Morra de Casablanca o Atalaya de Liétor pertenece a ese término, se encuentra enfrente de Alcadozo. El camino de tierra que sube a la misma sale precisamente de nuestro término, por lo que los vecinos siempre la han tenido como algo suyo y consideramos que debemos exponer el lugar como interesante e incluido dentro de los lugares de visita aconsejados.

                La pista de tierra de la Atalaya sube a su cima por terrenos de Alcadozo, transcurriendo entre campos de almendros por las Perusas, a lo largo de unos 2,5 Km. Pronto nos introduciremos en el monte y conforme el camino se empina la vista va siendo cada vez más amplia hasta llegar arriba donde la panorámica es espléndida, pudiendo observar todo nuestro municipio y gran parte del de Liétor, y naturalmente las mayores alturas de la Sierra de Alcaraz y de la Sierra de Segura. Solamente escapan a nuestra vista la sierra de Nerpio.

                La Morra es un poblado de la edad del Bronce, con una antigüedad de unos 2.000 años a. C. conformado por anillos de fortificación y un cerrado bastión cuyos muros derruidos se dejan adivinar por la enormidad de piedras caídas; en su parte superior hay dos cuevas, una de ellas parece que expoliada recientemente, en la que se encontraron abundantes restos arqueológicos, y otra taponada con piedras que se conforma más como una sima. A lo largo de la fachada meridional tiene abundantes abrigos atrincherados por debajo de lo que es el cordal topográfico, y desde ella podemos ver claramente el Molar del Molinar y la Peña del Roble.
                Bajando de la Morra debemos visitar en las cercanías el paraje de la Simica, como su nombre indica una pequeña sima, y Los Calderones, unos grandes agujeros horadados en la roca caliza que forma el suelo que recogen agua de lluvia y que son mojón de término con Liétor. No es fácil indicar el lugar porque hay que atravesar campos de cultivo, pero se señala en el plano su ubicación aproximada; el encontrarlos supone un ejercicio práctico físico y de intelecto cercano a la Orientación deportiva ¿a ver quién los encuentra antes?

                Entre el Molar del Molinar y La Molata nos encontramos con el paraje conocido como el Molaerete de San Pascual. Se trata de un lugar pintoresco donde los haya y sin embargo desconocido por la mayoría. En uno de sus abrigos naturales podemos ver la Poza de San Pascual, donde cuenta la leyenda que bebió agua San Pascual. En las rocas según nos cuenta Mariano "el pastor" se distingue donde San Pascual puso el pie, la rodilla, la mano y donde dejo el bastón. Además hay otra poza, justo debajo, donde bebió agua su perro. La poza está casi siempre llena de agua, por lo que la siguen utilizando para beber, como hace Manolo del Valero.